Confluencias est-éticas: de Foucault al dandismo
En-claves del pensamiento
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, División de Humanidades y Ciencias Sociales'En la época del nihilismo, sólo una vida estética puede justificar la existencia', escribió Nietzsche. En este artículo, intentamos examinar una de estas propuestas de justificación estética de la existencia (que aquí hemos llamado confluencia est-ética), a saber, la estética de la existencia de Foucault. Después de un análisis, y en contra de la mayoría de las interpretaciones, concluimos que no hay justificación estética alguna en la propuesta foucaultiana. Con el objetivo de encontrar una confluencia est-ética más adecuada, examinamos después uno de los objetos de estudio del pensador francés: el dandismo. Se plantea el dandismo como una búsqueda ontológica de la belleza y se examina su carácter est-ético. Al final, algunas problematizaciones del mismo son señaladas con el objetivo de hacer avanzar un debate harto contemporáneo.

			Después de más de dos mil años de tradición filosófica en Occidente, el pensamiento contemporáneo ha arribado a lo que se conoce, con más sorna crítica que profundidad intelectual, como 'posmodernidad filosófica'. Los grandes edificios intelectuales que resistieron siglos de embiste intelectual, las grandes narrativas que legitimaban las aventuras más exóticas del pensamiento, hoy parecen meras ruinas. Ya no hay nada y todo vale, dicen los críticos. Sin embargo, la caída de los valores eternos e inmutables no trae sólo lágrimas nostálgicas, sino que también permite al viento correr con mayor libertad. Lo que ganamos ahora, dicen los hijos de Nietzsche, es un futuro todavía por hacer, una tabla de valores todavía por crear. En el cementerio de los fragmentos de nuestros pensamientos, la tarea heredada es más la de un pintor que la de un albañil. Con razón escribió el propio Nietzsche que 'sólo como fenómeno estético están eternamente justificados la existencia y el mundo'.

			

				

				

					
Las confluencias est-éticas recuperan la pregunta clásica acerca de la relación entre el bien y la belleza, pero desechan el aire totalizador que destilaban las propuestas antiguas. Se trata ahora de pensar el bien a través de la belleza para poder fundamentarlo, para aceptar la tarea inminentemente creadora que nos deja la muerte de Dios (sino queremos sumirnos en el nihilismo más desmoralizante). De las distintas confluencias est-éticas que han ido apareciendo a lo largo de las últimas décadas, de las propuestas filosóficas que entienden que la fundamentación moral debe buscarse en la estética, quizá -de entre las más recientes- la más interesante sea la estética de la existencia de Michel Foucault.

			Partiendo desde estas coordenadas, el objetivo de este trabajo es examinar los problemas concretos que presenta la confluencia est-ética foucaultiana, es decir, examinar los límites de la fundamentación estética que realiza Foucault ante las preguntas morales. ¿Es verdaderamente una fundamentación estética? ¿Consigue su objetivo? Después de este examen, se procede a analizar el dandismo como posible solución a los mismos.

		Michel Foucault nació en Poitiers en 1926 y murió en París en 1984. Sus primeras obras tienen como tema principal la salud mental. Ejemplo de ello son la
Después de los estudios sobre el poder, Foucault emprendió un viraje ético en el que introdujo la estética de la existencia. Este viraje se realizó, principalmente, en los tomos 2 y 3 de la
Es ya casi un lugar común señalar que la confluencia est-ética foucaultiana se caracteriza por un reduccionismo estético, pues en su propuesta toda moral o conducta práctica se fundamenta en valores estéticos (véase, por ejemplo, la crítica hecha en los artículos de Lamb o Bennet).

			

				

				

					
Esta falta de valores morales en la estética de la existencia es el tema sobre el que giró la entrevista que Bess

			

				

				

					
[E]n los años cuarenta del siglo XX, tenemos los intercambios y escritos entre J. P. Sartre y M. Heidegger y, segundo, ubicamos el debate en los años sesenta, en la crítica estructuralista y post-estructuralista de Levi Strauss, Derrida y, desde luego, Foucault al existencialismo del periodo de entreguerras. Ambos debates se inspiraron en gran parte de la obra de Nietzsche. En ellos las conclusiones son más o menos similares, aunque las perspectivas y las razones aducidas sean diferentes: el humanismo no existe o ha fracasado, ya sea porque el ser humano es pura facticidad y está arrojado a la nada (no hay esencia o naturaleza humana), o porque la idea de ser humano que dio rostro a la modernidad -cuyo objetivo era legitimar un sistema derivado de una determinada voluntad de poder que se tornó hegemónica- fue desacreditada por el colapso civilizatorio acaecido recientemente. A final de cuentas, el humanismo moderno fracasó con Auschwitz y la barbarie fue su sello más característico.

			

				

				

					
En esta línea señala también Orellana que en la propuesta foucaultiana, tanto 'en la esfera ética, filosófica y política', asistimos a una 'primacía de la forma'

			

				

				

					
El problema de estas críticas es que anulan la confluencia est-ética de Foucault, es decir, dentro de las relaciones entre ética y estética, una de las relaciones posibles es el reduccionismo, pensar que la acción correcta es la acción que es bella. Por este motivo, los críticos yerran al negar el carácter est-ético de la propuesta foucaultiana. El problema de la propuesta foucaultiana reside, más bien, en la imposibilidad de pensar la belleza misma. Veámoslo en el siguiente apartado.

		Lo cierto es que una vez que se examina de cerca la propuesta foucaultiana, uno se da cuenta de que no hay tal confluencia en ella. Podría haberla si, como podría pensarse en un reduccionismo, el bien (moral) fuese un derivado de la belleza (estética). Y, de hecho, así lo hemos llamado en el apartado anterior siguiendo las críticas de varios autores. Sin embargo, en la propuesta de nuestro autor nos encontramos con el rechazo explícito a cualquier tipo de valor trascendente y esto incluye también los estéticos. Entonces, ¿qué tipo de confluencia puede darse entre la estética y la ética si se rechazan los valores de ambas dimensiones? ¿Qué hay entonces en la propuesta foucaultiana? Y también ¿cómo es que tantos autores piensan que podría haberla? ¿Qué nos ha hecho intuir que sí para luego llegar a este punto?

			Andrew Thacker describe el problema con una expresión que creemos muy acertada. Para él, en el trabajo del Foucault hay un 'cierto desliz semántico en relación con el uso del término estética',

			

				

				'[C]ertain semantic slipperiness in relation to the use of the term aesthetic',
O'Leary

			

				

				

					
Tenemos, entonces, que la propuesta de Foucault no es la introducción de valores estéticos en la existencia humana (por los problemas esencialistas que puede conllevar apelar a ellos), sino que se basa en la recuperación de las técnicas de sí. Estas técnicas consisten, principalmente, en apropiarnos de nuestra subjetividad y en dar forma a nuestro yo. Si las técnicas de sí (una traducción mucho más fiel a las
Éste nos parece el punto clave: Foucault en sus escritos no busca una forma de vivir que apele a valores trascendentes como la bondad o la belleza, sino que lo que quiere es recuperar ese pliegue del poder que uno realiza sobre sí mismo para poder abrir espacio a lo nuevo, a lo otro, a lo diferente. Es cierto que Foucault dice en varias ocasiones que los griegos perseguían con esto una vida bella, pero no hay que olvidar la
Tan sólo queda el yo, sin ningún fundamento o estrella que lo guíe en un cielo de trascendencia que se ha perdido. Únicamente ese autoagenciamiento basado en la libertad humana para replegar la acción de uno sobre sí mismo. Pero ¿es cierto que no hay apelación a ningún valor? ¿La propuesta foucaultiana es simple y llanamente una llamada a que uno tome su propia subjetividad? Este punto es complicado de sostener por un motivo fundamentalmente ontológico: es difícil imaginar acciones que no se orienten por ningún valor. Así que, ¿cuál es el valor al que apela Foucault? ¿Qué estima Foucault deseable cuando piensa en su estética de la existencia? ¿A qué valor apelarán los criterios para juzgar que una vida es más deseable que otra? En nuestra opinión: a la originalidad, a la novedad. El llamado constante de Foucault es a construir nuevas formas de vida, nuevas maneras de pensar, vivir la vida otra, en vez de soñar con la otra vida. Abrirnos a lo nuevo, a lo no-dado, a la creación.

			En fin, como hemos visto, la propuesta foucaultiana no es un reduccionismo estético porque no hay ni siquiera una apelación a valores estéticos. Así, la demanda nietzscheana de fundamentar la vida moral desde un plano estético fracasa en este autor. ¿Qué hacemos, pues, llegados hasta este punto? ¿Desechamos la idea de que pueda haber una confluencia est-ética en la existencia humana? No. Estimulados por el interés de Foucault sobre Baudelaire y el dandismo (sobre todo en su artículo 'What is Enlightenment?' ['¿Qué es la Ilustración?']),

			

				

				

					
En primer lugar, ¿qué es el dandismo? El dandismo es un movimiento estético que fue llevado a cabo principalmente por hombres

			

				

				Aunque también hubo, si bien de forma más minoritaria, un dandismo entre las mujeres. Véase
El dandi se formaba, principalmente, atendiendo a una serie de dimensiones de su vida que estetizaba: el ocio bajo la consigna de lo distinto y lo selecto; las vestimentas bajo la apariencia de lo elegante; los hábitos bajo la regla del dominio de uno y de la teatralización, etcétera. Se suele considerar a Brummell (1778-1840) como el primer dandi y, a no ser que le consideremos como
Así, el punto principal del dandi consiste básicamente en asumirse como objeto artístico. 
			 
				 
				Es importante mencionar los textos clásicos que más han influido en la historia del análisis del dandismo y que han sido los escritos de Balzac, Baudelaire pero sobre todo el trabajo pionero de D'Aurevilly. 
			20 En otras palabras, el dandi es aquella persona que, en tanto individuo, se problematiza desde un marco estético. De este modo, el dandismo supone una serie de prácticas de sí, pero las inserta dentro de un contexto muy particular, a saber, el de 'la decadencia de la aristocracia y el auge del capitalismo industrial' 
			 
				 
				Narciandi, 'El yo como…', 14. 
			21 y le añade, esta vez sí, un claro componente estético (ausente en la propuesta foucaultiana) que consistía en una mayor atención a las prendas, a los actos materiales y a las formas de gesticular y comportarse.

			Es importante notar que muchos dandis tenían como oficio las artes, entre las cuales destaca especialmente la escritura (Oscar Wilde, Baudelaire o, más reciente en España, Francisco Umbral).

			

				

				Para una profundización en el dandismo de Francisco Umbral, véase el documental
A pesar de que aquí se defenderá que el dandismo tiene ciertos matices diferenciales con respecto a la propuesta de Foucault (matices cruciales), muchas veces se ha señalado que el dandismo es una especie de estética de la existencia muy particular; es decir, es casi un lugar común (y esto debido al propio Foucault) insertarlo dentro de la propuesta foucaultiana. En nuestra opinión, el dandismo encajaría dentro de la estética de la existencia en tanto que propone una apropiación de la subjetividad, en el sentido en que entiende que el sujeto no es una substancia, sino que se hace en su hacerse. Así lo vio también el Foucault de 'What is Enlightenment?',

			

				

				Foucault, 'What is Enlightenment?'.

			25 para el que el dandismo es el paradigma de la actitud moderna en tanto actitud crítica consigo mismo y su tiempo.

			

				

				Según Ludueña Romandini, Foucault conocía la versión francesa de los escritos de Benjamin sobre Charles Baudelaire gracias a la traducción de Lacoste publicada por Payot en 1979, los cuales le sirvieron de inspiración. En
Siguiendo con los paralelismos, Magagna observa en el dandismo la misma insistencia en la originalidad que observamos nosotros en la propuesta de Foucault: 'esta invención de sí mismo tiene como insignia la originalidad, y los extremos adonde puede llevarla. Dicha originalidad contribuye en la recuperación de su diferencia, de su unicidad, de su dandismo'.

			

				

				

					
Sin embargo, no creemos en este trabajo que el dandismo sea tan fácilmente subsumible dentro de la estética de la existencia o, al menos, que sea idéntico a ella. La razón es que, a pesar de las similitudes que ya hemos mencionado, a diferencia de la propuesta de Foucault (o mejor: además de la propuesta foucaultiana), el dandi busca conscientemente introducir una serie de valores estéticos como la belleza, la elegancia u otros dentro de su código personal. Esta apelación a valores estéticos dentro de la vida de uno faltaba en la estética de Foucault -que consistía más en una
Si hay dominio de uno en el dandismo es en la forma en la que un actor se esfuerza en representar un papel y no como una lucha por el desbocamiento del deseo, como observaba Foucault en los griegos. El dandi se dominará a sí mismo ya no tanto por el mantenimiento de una parte racional del alma frente a otra parte concupiscible, sino con un único fin: ser elegante, ser distinguido, acompañar la belleza de sus vestimentas y de sus poses. Y ello es debido a que una persona vestida de traje, con un bastón, un sombrero y que habla con voz lenta y teatralizada no puede atiborrarse a gambas en un cóctel manchándose la camisa. Si hay dominio de los deseos en el dandismo es con el fin de mantener la belleza y los valores estéticos que se ponen en escena.

			Una característica fundamental dentro del dandismo (y que no está tematizada dentro de la propuesta foucaultiana y supone una diferencia crucial) es el papel clave del receptor, del público. En el dandi siempre opera la 'consciencia de la presencia de un público (que lo observa y al que responde)'.

			

				

				
Este hincapié en la teatralidad hace que el dandi piense en términos de efectos, de teatralidad, de acontecimientos. Como se puede observar, no hay aquí objetivismo alguno que defienda ciertas propiedades materiales de las vestimentas o que ciertos actos son siempre bellos o causan siempre una determinada impresión. Los dandis eran muy conscientes de que la belleza y la experiencia estética es un acontecimiento y que con los mismos factores se puede producir efectos contrarios en escenarios diferentes. De ahí la máxima de D'Aurevilly: 'Permaneced entre la gente todo el tiempo necesario para producir efecto; y cuando se haya producido el efecto, retiraos'. 
			 
				 
				Citado en Narciandi, 'El yo como …', 45. 
			31 Ahora bien, el productor-producto guarda una forma muy particular con respecto al receptor-público:

			[...] los dandis viven para exponerse ante un público que ha de ser igual de selecto que ellos. A la masa la desprecian. Su actitud en los círculos sociales que frecuentan es o bien la del aburrimiento teatralizado, que no deja de ser otra forma de desprecio, o bien la del reto constante al interlocutor, quien sólo puede estar a la altura de las circunstancias siendo él mismo otro dandi, es decir, entrando en un juego de espejos.

			

				

				
Es algo que también señala Benjamin en sus escritos sobre Baudelaire y es que, según el filósofo alemán, 'los empujones de la multitud es la experiencia que Baudelaire -entre todas las que hicieron de su vida lo que fue- toma como decisiva e insustituible'.

			

				

				

					
Pero no todo es tan sencillo como decir que los dandis despreciaban a sus conciudadanos. Para Benjamin

			

				

				Benjamin, 'Sobre algunos temas…', 17.

			36 es más adecuado definir como ambivalente la relación del dandi con la masa porque si bien es verdad que hay un fuerte desprecio y una conciencia de su carácter inhumano (el de la masa); también le produce atracción al dandi en su carácter de
Es justamente por esta importancia del receptor, por esta teatralidad, que decimos que el dandi es pura performatividad, como señala Magagna

			

				

				Magagna, 'Ser es parecer…', 70.

			38 siguiendo a Butler. El dandi representa un papel tal que en el propio representarse está su esencia, que en su hacer está su ser (por usar términos metafísicos clásicos). Así, el dandi encarna la crítica de Nietzsche a la concepción del sujeto clásica y tradicional. Este, en
Es decir, del mismo modo que el pueblo separa el rayo de su resplandor y concibe al segundo como un hacer, como la acción de un sujeto que se llama rayo, así la moral del pueblo separa también la fortaleza de las exteriorizaciones de la misma, como si detrás del fuerte hubiera un sustrato indiferente, que fuera dueño de exteriorizar y, también, de no exteriorizar fortaleza. Pero tal sustrato no existe; no hay ningún 'ser' detrás del hacer, del actuar, del devenir; 'el agente' ha sido ficticiamente añadido al hacer, el hacer es todo. En el fondo el pueblo duplica el hacer; cuando piensa que el rayo lanza un resplandor, esto equivale a un hacer--hacer: el mismo acontecimiento lo pone primero como causa y luego, una vez más, como efecto de aquélla.

			

				

				

					
Es la base de la crítica al sujeto de Nietzsche (y que, recordemos, Foucault adopta) la que opera en el núcleo del dandismo. El dandi entiende que para ser tiene que hacer y que su personaje sólo existe en la representación del mismo. Por eso 'no creen en ningún tipo de autenticidad, de modo que no buscan un yo o una colectividad primigenia que deba expresarse'.

			

				

				
De aquí la importancia de que muchos dandis fueran escritores porque, para autores como Magagna, 
			 
				 
				Magagna, 'Ser es parecer…',70. 
			42 también su obra como escritores podía ser entendida como actos performativos dentro de su representación social. De hecho, hacer de la vida un cuento (o una estructura narrativa) es una parte fundamental del dandismo de finales del siglo XIX para Benjamin, que lo sitúa, además, en la época en la que los periódicos aparecen a grandes tiradas y donde la exclusión de la información respecto al campo de la experiencia es un hecho que llegó para quedarse. Si el dandi es estético no lo es sólo desde el campo de las artes plásticas, esto es, por una estética visual, sino también en tanto vive su vida como si fuera un cuento, una historia creada, con un sentido literario y estético.

			Esta base performativa en el dandismo supone la consumación práctica de que no hay una verdadera realidad, sino que nos movemos en las apariencias y no hay un suelo fijo que sustente el cambio (con razón decía Valéry que lo más profundo es la piel). A este respecto decía el dandi Oscar Wilde en el segundo capítulo de su
Lo dicho hasta aquí muestra la introducción de la dimensión estética en la vida del dandi. Ya no estamos, como nos pasaba con Foucault, ante una mera tecnología del yo o unas meras prácticas de sí, sino que hay una verdadera estetización de la existencia (lo que, en nuestra búsqueda de confluencias est-éticas en la existencia, supone un gran avance). No es que hubiera, para los dandis, algunas actividades que podrían realizarse de forma estética mientras que otras quizá no, sino que 'ni siquiera cabía hablar de actividad si no era íntegra e integralmente estética'. 
			 
				 
				Narciandi, 'El yo como…', 33. 
			45 
			

			Por todo lo dicho, nos parece muy acertado el término hiperconciencia que propone Mazzucchelli en referencia a los dandis en su prólogo a la
Este término, hiperconciencia, guarda una estrecha relación con el 'conócete a ti mismo' socrático y que Foucault recupera como base de su estética de la existencia como paso necesario para apropiarse de la propia subjetividad. En el dandismo, creemos aquí, hay un paso más en relación al uso foucaultiano. Mientras que para Foucault la expresión socrática se ligaba con toda una visión del conocimiento que convertía a este (al conocimiento) no sólo en el paso necesario (no hay pliegue del poder sin autoconocimiento) sino también en técnica del yo (conocimiento como herramienta para la autotransformación), en el dandismo hay un giro estético con respecto a este uso. La hiperconciencia del dandi no tiene como objetivo último el adquirir las herramientas para el cambio personal (aunque está claro que este paso es necesario para el dandi), sino que tiene como objetivo evaluar los efectos estéticos de sus actos. Adquirir consciencia de su teatralidad, de su personajeidad, de su ser-ficción, de su devenir objeto artístico.

		Una vez examinados los aspectos más importantes del dandismo en relación a nuestra búsqueda est-ética, pasemos a analizarlo en tanto confluencia est-ética en la dimensión existencial. En primer lugar, y atendiendo al recorrido que hemos hecho con la propuesta foucaultiana, el dandismo supone una verdadera afirmación de los valores estéticos (la elegancia de los gestos, la belleza en el vestir, etcétera) que va más allá de las meras prácticas del yo de Foucault. Si recordamos, en Foucault había una apelación a la belleza como fin de las prácticas del yo, pero sólo en su tarea como historiador, esto es, para Foucault los griegos tenían como objetivo una vida bella cuando ponían en práctica sus técnicas del yo. Esta belleza griega estaba subordinada a la virtud o a la ética, pues la belleza era la apariencia que tomaba el dominio de uno en tanto virtud o forma de vida moralmente adecuada. La belleza -en este contexto- es un sinónimo de las tecnologías del yo. En el dandismo, en cambio, la belleza no es otro nombre de las prácticas del yo, sino que es una estrella que guía y orienta las distintas prácticas que el dandi ejecuta. No basta con hacerse cargo de uno mismo, sino que hay que poner en marcha toda una serie de dispositivos estéticos (objetos, personaje, gestos, escenario, obra artística, etcétera) que permita afirmar al dandi como portador de la belleza en su decadente medio social.

			Sin embargo, y a pesar del notable avance est-ético con respecto a la propuesta foucaultiana, una primera crítica que podría hacerse al dandismo como confluencia est-ética en la existencia podría darse en términos heideggerianos y es que el dandismo es una mera introducción óntica de la belleza y no ontológica. En otras palabras, el dandismo -con su atención a las prendas, al vestir, y, en fin, a los objetos que usa- no introduce la belleza en la existencia humana (entendida como forma de ser-en-el-mundo del ser humano), sino que sigue fijando la belleza en los objetos (sólo que ahora en objetos cotidianos). Esta crítica nos parece que no se sostiene porque si bien es verdad que los objetos (y su belleza) juegan un papel clave dentro del decorado performativo del dandi, no son ni el único ni el principal objetivo estético de éste. El dandi también apela a un cambio ontológico, esto es, a un cambio en su personalidad al convertirse en personaje para introducir la belleza que se persigue en el escenario. En el dandismo hay ciertamente una apelación existencial, un llamamiento a nuevas formas de ser en el mundo y a que estas formas sean artísticas, teatrales, bellas. De hecho (y a pesar de la inversión de significados), la distinción entre existencia -entendida como mero estar de los entes- y la vida -entendida como forma de ser del ser humano- es una distinción clave para muchos dandis. Oscar Wilde dice en
Por estos motivos creemos que el dandismo supone una apelación a los valores estéticos no sólo de los objetos cotidianos, sino también en la forma de ser del dandi, en su personaje. Su concepción teatral y su diagnóstico del presente que le ha tocado vivir como una realidad decadente le empujan a la búsqueda de acciones, personalidades y situaciones que rezuman valores estéticos. En este sentido, creemos que está más cerca de ser una confluencia est-ética existencial que la propuesta de Foucault.

			Por otro lado, el dominio de uno, tan nombrado en la estética de la existencia de Foucault, en el dandismo no se entiende desde un punto de vista religioso o por recelo hacia el deseo, sino que se subordina a un personaje que el dandi interpreta dentro del escenario social. Esto es algo muy relacionado con lo que comentamos más arriba: mientras que en la estética de la existencia se perseguía una vida apegada a la razón y alejada del desbocamiento del deseo y sus instintos, en el dandismo el dominio de uno persigue únicamente la belleza de los actos y de las palabras. Si hay dominio no es porque este se considere bueno en sí mismo (griegos), sino porque para conseguir la belleza es necesario un cierto tipo de autocontrol. A este respecto dice Narciandi: '[a] lo largo de la historia, la tradición ascética había recurrido a formas de mortificación, privación, ayuno, ejercicios espirituales, aislamiento, etcétera Aunque nunca hay novedades absolutas, el uso dandi de la toilette inauguró una suerte de ascética hedonista inédita hasta entonces'. 
			 
				 
				Narciandi, 'El yo como…', 44. 
			50 
			

			Además de esta introducción de la belleza en la existencia y su lugar como fin último de las tecnologías del yo, creemos que la importancia del receptor es un acierto más del dandismo de cara a forjar una justiciar estética de la existencia. En realidad, es probable que sea un mero derivado de la introducción de la belleza a la vida del dandi, pero creemos que es importante remarcarlo. Hacer de la vida una obra de arte, cuidar los detalles y los gestos para que evoquen la belleza supone crear de alguna u otra manera una experiencia estética, un espacio para experimentar estos valores. De hecho, probablemente no haya verdadera experiencia estética sin un receptor de la obra que termine de conformar la experiencia de la misma. Esto no obliga al dandi a estar siempre rodeado de personas (que en parte así era) porque incluso en los momentos donde sólo está él siempre puede conformar un cuadro para admirarlo él mismo.

		En este trabajo hemos partido del diagnóstico nietzscheano sobre la salud de la cultura europea y su lógica de decadencia que la aboca al nihilismo. La posmodernidad filosófica es un período heterogéneo, pero con la característica común de ser un período incapaz de apelar a ninguna trascendencia. No se cree ya en grandes valores y las esencias -otrora poseedoras de un reino propio- aparecen hoy como una mera ilusión de un hombre capaz de vivir en el devenir. En este marco cultural, el advenimiento del nuevo hombre -sostenía Nietzsche- vendrá marcado por su capacidad para justificar estéticamente su propia existencia. A esto -a que se responda con valores estéticos al problema de la existencia- lo hemos llamado en este trabajo confluencias est-éticas.

			Así todo, la fundamentación estética de la existencia (que hemos llamado est-ética) es una de las tareas para los epígonos de Nietzsche y para cualquier pensador que quiera abandonar el nihilismo que el filósofo alemán diagnosticó. Una de esas fundamentaciones ha sido la estética de la existencia que Foucault rastreó en los griegos y que tematizó en su última etapa. Es casi un tópico en los estudios foucaultianos calificar esta propuesta como un reduccionismo estético. Sin embargo, y según las críticas que hemos recorrido, la estética de la existencia foucaultiana no es un reduccionismo estético porque no hay apelación alguna a valores estéticos. No es válida, por tanto, como confluencia est-ética. Así, la demanda nietzscheana de fundamentar la vida moral desde un plano estético fracasa en este autor.

			Constatado esto, decidimos examinar al dandismo para ver si este podía ser una buena confluencia est-ética, una adecuada justificación de la existencia en la posmodernidad. Efectivamente, el dandi introduce toda una dimensión estética en su vida que permite afirmar que la justificación de su existencia se basa en tomar la vida como algo estético. Algunos de los aciertos del dandismo para crear esta confluencia est-ética son: la constatación de un público en toda experiencia estética, la creación de un personaje que distorsione la separación entre la ficción y la realidad y el cuidado a toda una estética de los objetos (elegancia, belleza, indumentaria, etcétera).

			Sin embargo, la confluencia est-ética que se atisba bajo los andares del dandi no está exenta de problemas. Es evidente que el dandismo esquiva toda pregunta práctica, y por tanto todo lenguaje ético. ¿Es que no puede haber ética después de la muerte de Dios? Como dijo el propio Nietzsche: 'más allá del Bien y del Mal, esto al menos no quiere decir más allá de lo bueno y lo malo'.

			

				

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'Et si je ne dis pas ce qu'il faut faire, ce n'est pas parce que je crois qu'il n'y a rien à faire. Bien au contraire, je pense qu'il y a mille choses à faire, à inventer, à forger par ceux qui, reconnaissant les relations de pouvoir dans lesquelles ils sont impliqués, ont décidé de leur résister ou de leur échapper'. Foucault, Michel. “Conversazione con Michel Foucault”. , 4, núm. 1 (enero-marzo 1980): 23-84.Michel Foucault, 'Conversazione con Michel Foucault',
'[C]ertain semantic slipperiness in relation to the use of the term aesthetic', Thacker, Andrew. “Foucault’s Aesthetics of Existence”. , núm. 63 (1993): 13-21.Andrew Thacker, 'Foucault's Aesthetics of Existence', Radical Philosophy, núm. 63 (1993): 14.

			

					O’Leary, Timothy. “Foucault, Politics and the Autonomy of the Aesthetic”. , 2, núm. 4 (1996): 273-291.Timothy O'Leary, 'Foucault, Politics and the Autonomy of the Eesthetic',
Thacker, 'Foucault's aesthetics of existence', 14.

			Para O'Leary, Foucault pareciera estar hablando de una forma de vivir que tiene como objetivo la belleza. En O'Leary, 'Foucault, politics and…', 284.

			

					Milchman, Alan, y Alan Rosenberg. “The Aesthetic and Ascetic Dimensions of An Ethics of Self-fashioning: Nietzsche and Foucault”. , 55, núm. 2 (2007): 44-65.Alan Milchman y Alan Rosenberg, 'The Aesthetic and Ascetic Dimensions of An Ethics of Self-Fashioning: Nietzsche and Foucault',
'[F]or Foucault the aesthetic is a realm in which we work to develop techniques which will allow us to give a form to our lives, our behavior and our relationships with others', en O'Leary, 'Foucault, politics and…', 287.

			

					Foucault, Michel. “What is Enlightenment?”. En , 32-50. Paul Rabinow (ed.). New York: Pantheon Books, 1984.Michel Foucault, 'What is Enlightenment?', en
Aunque también hubo, si bien de forma más minoritaria, un dandismo entre las mujeres. Véase Showalter, Elaine (ed.). . New Jersey: Rutgers University Press, 1993.Elaine Showalter (ed.),

					Narciandi, Juan Carlos Loredo. “El yo como obra de arte en el dandismo: una primera aproximación”. , 1, núm. 33 (2012): 29-50.Juan Carlos Loredo Narciandi, 'El yo como obra de arte en el dandismo: una primera aproximación',
Es importante mencionar los textos clásicos que más han influido en la historia del análisis del dandismo y que han sido los escritos de Balzac, Baudelaire pero sobre todo el trabajo pionero de D'Aurevilly.

			Narciandi, 'El yo como…', 14.

			Para una profundización en el dandismo de Francisco Umbral, véase el documental
Narciandi, 'El yo como …', 31.

			Foucault, 'What is Enlightenment?'.

			Según Ludueña Romandini, Foucault conocía la versión francesa de los escritos de Benjamin sobre Charles Baudelaire gracias a la traducción de Lacoste publicada por Payot en 1979, los cuales le sirvieron de inspiración. En Ludueña Romandini, Fabián Javier. “El ‘Baudelaire’ de Michel Foucault entre Revolución y dandismo”. , 3, núm. 2 (2014): 42-57.Fabián Javier Ludueña Romandini, 'El 'Baudelaire' de Michel Foucault entre Revolución y dandismo',

					Mazzucchelli, Aldo. “Culebra erudita: la prosa de Herrera y Reissig”. Julio Herrera y Reissig, . Montevideo: Biblioteca Artigas Colección de Clásicos Uruguayos, 2011.Aldo Mazzucchelli, 'Culebra erudita: la prosa de Herrera y Reissig', en Julio Herrera y Reissig,

					Magagna, Ezio Neyra. “Ser es parecer o el dandismo de las formas: actitudes, autorepresentación y performatividad en Abraham Valdelomar”. e, núm. 24 (2020): 69-78. https://doi.org/10.14198/AMESN.2020.24-2.06.Magagna, Ezio Neyra. 'Ser es parecer o el dandismo de las formas: actitudes, autorepresentación y performatividad en Abraham Valdelomar',
Citado en Narciandi, 'El yo como …', 45.

			

					Benjamin, Walter. “Sobre algunos temas en Baudelaire”. . Edición Electrónica / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS, 1939.Walter Benjamin, 'Sobre algunos temas en Baudelaire',
'[L]a marée montante de la démocratie, qui envahit tout et qui nivelle tout', en Baudelaire, Charles. . Collections Literattura.com, 1863.Charles Baudelaire, Le peintre de la vie moderne (Collections Literattura.com, 1863), 21.

			Benjamin, 'Sobre algunos temas…', 17.

			Esto se observa muy bien en el documental de Francisco Umbral, Anatomía del dandi, donde igual que desprecia a las masas, su personaje consiste y se basa una y otra vez en distinguirse de ellas; su carácter de paseante [flâneur] le llevaba a sumergirse por todos los rincones de la ciudad para explorarlos (como era, por ejemplo, MercaMadrid a las 5 de la mañana).

			Magagna, 'Ser es parecer…', 70.

			

					Nietzsche, Friedrich. . Madrid: Alianza Editorial , 2011.Nietzsche,
'The art of impression management'.

			Magagna, 'Ser es parecer…',70.

			'It is only shallow people who do not judge by appearances. The true mystery of the world is the visible, not the invisible...', Oscar Wilde. . New York: Oxford University Press, 2006.Oscar Wilde,
Citado en
Narciandi, 'El yo como…', 33.

			Mazzucchelli,
Narciandi, 'El yo como…', 43.

			'To live is the rarest thing in the world. Most people exist, that is all', Wilde, Oscar. “The Soul of the Man under Socialism”. Versión digital tomada de .Oscar Wilde, 'The Soul of the Man under Socialism', versión digital disponible en: https://www.marxists.org/reference/archive/wilde-oscar/soul-man/.

			Citado en Magagna, 'Ser es parecer…',71.

			Narciandi, 'El yo como…', 44.

			Friedrich Nietzsche,